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Cuentos de niebla

RAZONES

RAZONES Uno es siempre dos. Dos mitades, dos lados: uno bueno, el otro malo. Eso le había dicho ella. Ella que yacía boca abajo sobre la cama, empapada en sudor, con los últimos olores del sexo flotando por encima de su cuerpo. Ella que ya no era tan joven como cuando la conoció. Ni él tampoco. Antes, todo lo que ella decía le sabía a nuevo, todas las puertas del alma se le abrían con sólo mirarle aquellos ojazos negros. Ahora era distinto. Ella ocupaba demasiado espacio en su cama, en su casa, en su vida. Su yo malo quería empujarla, sacarla con violencia de su profundo y húmedo sueño. Empujarla hasta sacarla de su vida. Su otra mitad, la que de alguna manera todavía la amaba, sólo quería abrazarla con dulzura y sentir su respiración. Quería sentir que su otra mitad, su parte buena, era ella y no había más remedio que seguir abrazados para continuar siendo uno por el resto de la eternidad. Hasta que la muerte os separe...Eso dicen, pensó él resignado. La miraba en silencio, fumando un poco de nostalgia de aquellos tiempos en los que la rutina estaba por llegar. Ella se removió en su sueño como asintiendo. Estaba de acuerdo con su otra mitad. Hasta en sueños se entendían...Quizás, sólo por esa magia que de vez en cuando surgia en mitad de lo vulgar y cotidiano, sólo por eso él dejaba pasar el fantasma de la separación como un mal pensamiento. No valía la pena hurgar en la pantanosidad de su malestar. De repente ella abrió los ojos, y le miró con tanta dulzura que él se sintió avergonzado como un niño. ¿Por qué me miras así? Le dijo con la voz extrañada. Ella se incorporó y le besó en los labios. He soñado contigo, algo muy bueno. Y rió. Con una carcajada insólita y deliciosa. Él no pudo evitar reirse también. De repente recordó porqué seguía a su lado. Sólo ella era capaz de sacarle de sus negras nubes de autocompasión inútil. Sólo ella con toda su calidez podía derretir las telarañas de hielo de su sombrío corazón. - Ahorita mismo me vas a contar que te hacía yo tan rico en tu sueño...Dijo él con la voz quebrada por el deseo. Se fundieron en un abrazo y fueron dos en uno, de nuevo.

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