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Cuentos de niebla

Microcuento

Los ojos de la muñeca tenían algo de real. Ni siquiera te sorprendió verla parpadear justo antes de abalanzarse sobre ti.

 #microcuento

autora: 

@anaisnit

Cristales

Cristales

Un viejo poema que hace daño, debe ver la luz para romperse.


Todos los cristales se rompieron.
Los años pasaron volando,
marcha silenciosa de adioses y dioses falsos.

De repente te vi, feroz,y supe que eras un horror
de carícias sin nombre y sin calor.
Es extraño vivir siempre en el filo

y saber que nunca has querido.
Ya sólo quedó el frío:
nuestra lápida de cristales
rotos, y de olvido.

Sólo quedó el vacío
de saber que nunca fuimos...

LA PIEL DE LA LLUVIA

LA PIEL DE LA LLUVIA

Tienes la piel de la lluvia.

Deslizándote por mi espalda como el agua.

La piel de la lluvia y los labios blandos

de besos mojados.

Tienes la piel de la lluvia.

Te amo.

Da lo mismo si tú no.

Sigues teniendo esa piel que me bebo.

La piel de lluvia sobre mi cuerpo.

No importa si no me amas.

Las cosas son bellas porque sí.

Brutalmente bellas.

Alocadamente bellas.

Como tu piel de lluvia,

la carícia infinita, inabarcable,

perfecta.

Tienes la piel de la lluvia

y el silencio te envuelve

cuando miro tus ojos y sé,

sé que no puedes quererme.

Porque la lluvia es así,

hermosa sin razón,

cruel como tú,

dulce, increíble.

Para mí.

Llevando en tu no amarme

la frescura de la entrega

sin razón.

La lluvia, ya sabes,

siempre acaba volviendo.

La espero siempre,

como a ti.

CALOOOR!

CALOOOR!

Todos los días lomismo, el sofocante calor la invadía en oleadas. Mariana cogió la cubitera y se la llevó a su cuarto, allí se estaba más fresco.

TIERRA SIN RETORNO

TIERRA SIN RETORNO

“En la tierra sin retorno me perdí.
Allí no había ni sol ni luna,
Sólo oscuridad y locura.
Pero no tenía miedo,
Porque dentro de mí ardía un fuego.
No tenía miedo,
Ese fuego era mi propio infierno,
¿a quién había de temer yo
si conmigo iba el mismo demonio?
Este diablo de la noche
es mi amante.
Quiere mi vida, mi sangre.
Y yo le quiero,
¿Cómo puedo estar enamorada de la muerte?
Cuando anochece me lo pregunto,
una y mil veces.
Pero cuando él llega
todo queda en tinieblas.
Y no puedo pensar.
Sólo sentir.
Soñar.
Puede que no vuelva ver amanecer
nunca más...
Y despertaré a su lado,
en cada anochecer,
en cada ocaso.
Por siempre.
Ya no puedo escapar
de la tierra sin retorno.
Porque mi novio es la muerte.
Ahora y siempre,
Para toda la eternidad.”

El cielo se tiñe de rojo justo por encima de la línea del horizonte. Pronto llegará la noche ¿vendrás a verme? Desde la primera vez que apareciste en mi vida te espero impaciente. Cada crepúsculo contemplo desde mi ventana los últimos rayos de sol, que pueden ser los últimos para mí. Cada noche, acurrucada en mi cama te espero ansiosa y llena de terror. Deseosa de que me acaricies con tus labios, con tus manos; de que traspases el límite de mi consciencia con tus ojos de lumbre. Pero el terror a lo desconocido, a lo que significa tu beso, me aprisiona como una soga, no me deja respirar. Porque sé que significas la muerte, y estoy enamorada de la muerte, entonces, ¿por qué vivir? Tú llevas en tu sangre el antídoto contra el dolor de la vida; tú llevas en tu boca el beso de la eternidad y yo soy tuya... Soy la novia de un vampiro.

Cuántas historias habré escuchado sobre los vampiros... Pero jamás creí en la verdadera existencias de estas criaturas de la noche. Hasta que te conocí y cayeron por tierra todas mis creencias; incluso se tambaleó mi fe en Dios, ¿cómo Él puede permitir que seres tan terribles vaguen por su creación alimentándose de sus hijos? Pero al conocerte todo eso cambió. Tú eres distinto, tienes algo especial y me amas. Por eso no quieres que sufra tu destierro. Por eso evitas hablarme de la transformación a vampiro. Porque sabes lo que eso supone.
Pero yo dudo, dudo tanto... Vas a acabar conmigo, amor de medianoche. Cuando llegas, sutil, vaporoso como la niebla y te cuelas en mi cuarto, siento que el corazón se me paraliza.
Hoy no he podido hacer nada, perdida en la maraña de mis pensamientos. No puedo dormir, porque estoy contigo y tengo miedo de despertar en un ataúd. Ya no sé quién soy, ni lo que quiero ser. Tú has cambiado mi mundo, de manera radical. Llegaste sin previo aviso, en la noche, discreto, como un chico más, con encanto y misterio, pero parecías tan normal...
Recuerdo aquella noche de verano como si fuera ayer. Luces difusas, gente alegre, bebidas, música, magia. Apareciste de repente y me sonreíste. Yo no me lo podía creer. Pero me hice la interesante, como si no me importaras demasiado. Y tú, poco a poco, con tus bailes, tus sonrisas, tu calidez... ¡Oh, Dios! ¡Parecías tan vivo! Y sin embargo estabas muerto, no-muerto... eras algo imposible. Un sueño. Una pesadilla. Mi pesadilla.
Porque te quiero a ti, mi dulce vampiro, a ti. Y también quiero vivir. ¿Puede existir dolor más grande?
Por el día vago sonámbula y por las noches espero ansiosa tu llegada, tu beso helado que paraliza mi corazón y lo vuelve menos humano. Soy casi de los tuyos, queda tan poca resistencia dentro de mí... ¿qué puedo perder? ¿No quise siempre ser diferente, vivir una historia especial con el amor de mi vida? Con el amor de mi muerte...
Me pides que te acoja en mi regazo. Y yo lo hago, porque te quiero a pesar de ti mismo y de lo que significas. Te puedo tocar, sentir. Eres parte de mí, y así es como quiero que sea siempre. A veces incluso creo que por toda la eternidad. O por muchos siglos. Los dos juntos. Siempre. Pero, otras, no lo tengo tan claro. Aceptar la transformación implicaría dejar demasiadas cosas, renunciar a lo que realmente soy. Una locura. Un suicidio. ¿Y si el amor acaba consumiéndose con los siglos? ¿Y si nos consume a nosotros?

A veces te pido que bebas de mi sangre para sentir lo que sienten las víctimas. Para que no se me olvide que cuando decida ser como tú tendré que hacer víctimas casi cada noche. Incluso víctimas mortales. No quiero olvidarlo. Eso forma parte ya de tu existencia junto con algunos inconvenientes más. Y yo debo asumirlos plenamente. Por eso tengo miedo.
Pero hay algo que me asusta más todavía, amor de medianoche, ¿dejarás de ser como eres? Tengo miedo de que algo diabólico se apodere de ti y dejes de ser el ser maravilloso que conozco y quiero. Porque me consta que sufres al hacer víctimas, que lo haces por pura necesidad y no disfrutas matando. Sólo lo haces para sobrevivir. Tú no quieres contarme nada, pero yo lo veo en tus ojos y sé que luchas por no ser como tu naturaleza te indica.
Luchas, sufres, amas... Eres demasiado humano para ser un vampiro, y demasiado vampiro para ser humano. Y a mí me tienes atrapada contigo en esta espiral de dudas y temores. En esta espiral de irrealidad y amor.
Muchas veces me pregunto ¿por qué yo?, ¿qué me diferenciaba de los otros mortales?, ¿qué me hacía diferente a un simple alimento para vampiros? Tú te fijaste en mí más allá de mi misma, atravesaste la piel y la coraza de mi corazón y llegaste a la que soy en realidad. Me viste antes de que naciera. Y te enamoraste de mí entonces. Durante todos estos años te he buscado en todos los rostros, en todas las bocas que he besado. Pero no estabas. Me esperabas. Y llegó el día. Ese día fue el principio de una historia que puede durar para siempre. Aunque como dice una canción que adoro “ no hay nada para siempre”, si me decido, nuestro amor durará más allá de una vida; la mía. Y eso es para mí ,de momento, todo el tiempo de que dispongo. Luego, la eternidad.

Ya no puedo escribir. La noche ha llegado y no quiero encender la luz de mi cuarto. Estoy llorando. Es una noche tan fría... Como tus ojos oscuros, como tus labios. Sé que estás apunto de salir a buscar tu sangre. Hoy toca ser lo que eres. No puedo evitar estremecerme. ¿Quién será tu víctima hoy? Quizás una prostituta, o un mendigo, por desgracia son los más indefensos, y si te pasas y acabas con ellos, nadie hará demasiadas preguntas. Porque tú sabes camuflar tu beso. Lo del mordisco en la yugular está muy trasnochado, según me dijiste. Ahora hay otras formas más eficaces de alimentarse sin levantar sospechas. Un corte con navaja siempre funciona, luego sólo hay que chupar un rato y... No puedo. Pensar en eso me destroza. Y sin embargo sé que no puedes evitarlo. Si yo fuese como tú lo comprendería mejor, y me dejaría de sentimentalismos. Pero soy humana y por ahora no puedo dejar de serlo.

Me tiemblan las manos. Cada día que pasa me siento más débil, no tengo ganas de hacer nada. Sólo dormir y esperar la noche. Así no puedo vivir...
Mis padres sospechan algo. Ellos creen que estoy anoréxica o algo así. Me obligan a comer y me me vigilan mucho. Por las noches tengo que cerrar mi cuarto con pestillo para que no se les ocurra entrar a espiarme. Sé que lo hacen por mi bien, pero ya no lo soporto más. Necesito estar contigo a solas y con libertad. La libertad es algo que siempre he admirado, amor mío, y que si decido seguirte me abandonará para siempre. Porque un vampiro nunca es libre del todo. Vive atado a lo que es. Un ser de la noche. Me dices que puedes volar. Eso es maravilloso. Pero sólo puedes volar transformado en humo. Tus alas están cortadas por la realidad y tu propia condición. Por lo tanto no eres libre. Como yo. Que estoy prisionera de mi misma, de mis miedos, de mis dudas. Lo único que me da esperanzas y me anima a seguir, lo único que vale la pena de todo esto, es lo que sentimos el uno por el otro. Algo que no puede explicarse. El amor entre un vampiro y una humana.
¿Qué clase de aberración saldrá de nuestra unión? Antinatural, imposible... Somos un experimento. Tengo una extraña sensación, como si alguien estuviera jugando con nosotros.

Se acerca la medianoche. Pronto estarás entre mis brazos y todo lo que he escrito mientras te espero caerá momentáneamente en el olvido. Cuando estás a mi lado parece que todo se vuelve más claro. Es como si viera la luz al final del túnel. Pero lo que me espera al final del túnel no es la luz, sino la oscuridad.
NOC
09-01-00

GOTAS Y LÁGRIMAS

GOTAS Y LÁGRIMAS

Se desliza una gota de agua por el interior de la botella. A su paso queda el camino de una estela, como una lágrima sobre el plástico transparente. Es como si hubiera llovido dentro. Como cuando llueve dentro de mis ojos, pero las lágrimas no mojan. Es una tristeza líquida-seca, que empaña pero que no desborda; una tristeza que humedece el alma pero no los ojos.
Paso el dedo por los contornos reducidos de la botella de agua. Contemplo abstraída las gotas que quedan prendidas de su interior como lágrimas rebeldes que se resisten, que se niegan a si mismas, huyendo se su final: precipitarse al fondo, unirse con las demás, con las que todavía quedan. Unirse a ellas, dejar de ser gotas aferradas a una resbaladiza pared de plástico. Algunas no podrán más y acabarán deslizándose, dejando un camino de lágrimas derramadas con regusto a derrota. Caerán al fin y formarán parte del resto de derrotadas, de vencidas. Otras, las que menos, acabarán secándose adheridas a su pared, aferradas a un sueño que no llegará: volver al mar. Su muerte, su final puede parecer más glorioso que el de sus compañeras, pero no es así. La desesperada supervivencia no es nada glorioso, es un instinto primario.
Algunas lágrimas se han secado igual en mis ojos. Ésas me duelen más que las que he derramado, las que por un momento han liberado parte de mi pena exponiéndola al aire. Juntas forman un mar, el mar de mi tristeza volcado en gotas de lluvia. El único mar que ellas conocerán jamás.
Algunas lágrimas se han secado en mis ojos antes de salir. No han dejado correr libre la pena acumulada en oleadas. Olas de rabia y dolor. Olas de repulsión, de miedo o de amor contenido. Olas espumosas que chocan contra mis ojos, contra los vértices de mi alma dolorida.
A veces me siento como esta botella: vacía, reducida, demasiado transparente y frágil. Veo a través de mí las lágrimas secarse por orgullo, por dignidad, por cobardía.
Veo como algunas logran deslizarse. Lloro al fin. Llueve dentro y fuera de mí. Llueve con insistencia. Una soledad líquida empaña mi mirada.
Y nadie puede entenderme porque yo no quiero. Porque aunque parezca transparente no lo soy. Tampoco frágil. No como los demás creen. Los que miran sin ver. Los desconocidos, los que más. Los que nunca llegarán a comprender la soledad líquida que resiste escondida detrás de mis ojos. Los ojos transparentes que ahora ven caer la lluvia tras los critales.
Barcelona, 16 de mayo del 2000

ESPINAS

ESPINAS

No soy tuya. Nunca lo fuí. Pero quise serlo...Dejar a un lado mis lazos de carne y fundirme bajo tu piel. Dejar a un lado mis temores, mis prejuicios, mis yoes absurdos y triviales. Quería ser tú. Porque te amaba. Porque te amo. Pero ahora veo lo imposible de nuestro abrazo. Ahora me rindo a la evidencia. Nos hemos casado y te sigo gritando que no soy tuya, aunque me golpees con fuerza queriéndome fundir bajo tu puño. No soy tuya, porque no puedes obligarme a dejar de amarte a la fuerza. El amor es una inmensa herida porque no me quieres tú. Este amor que se me pudre en el pecho, que me quema en las llagas de tu maltrato infame, ¿Cómo has podido traicionarme? Pero lo más triste de todo es que algo dentro de mí se ha roto para siempre. Hoy, en este mismo momento que parto con mis maletas rumbo a lo desconocido, dejo constancia de mi fracaso: mi amor no pudo con tu odio. No venció la esperanza por encima de la historia, tu triste historia que se repite de padres a hijos. Y yo no voy a dejar que el hijo que crece en mis entrañas pase de ser víctima a verdugo. Lo amo demasiado ya, mucho más que a ti. Por eso me iré con la luna, lejos de tu abrazo de espinas. Adiós, mi amor de piedra.

RAZONES

RAZONES

Uno es siempre dos. Dos mitades, dos lados: uno bueno, el otro malo. Eso le había dicho ella. Ella que yacía boca abajo sobre la cama, empapada en sudor, con los últimos olores del sexo flotando por encima de su cuerpo. Ella que ya no era tan joven como cuando la conoció. Ni él tampoco. Antes, todo lo que ella decía le sabía a nuevo, todas las puertas del alma se le abrían con sólo mirarle aquellos ojazos negros. Ahora era distinto. Ella ocupaba demasiado espacio en su cama, en su casa, en su vida. Su yo malo quería empujarla, sacarla con violencia de su profundo y húmedo sueño. Empujarla hasta sacarla de su vida. Su otra mitad, la que de alguna manera todavía la amaba, sólo quería abrazarla con dulzura y sentir su respiración. Quería sentir que su otra mitad, su parte buena, era ella y no había más remedio que seguir abrazados para continuar siendo uno por el resto de la eternidad. Hasta que la muerte os separe...Eso dicen, pensó él resignado. La miraba en silencio, fumando un poco de nostalgia de aquellos tiempos en los que la rutina estaba por llegar. Ella se removió en su sueño como asintiendo. Estaba de acuerdo con su otra mitad. Hasta en sueños se entendían...Quizás, sólo por esa magia que de vez en cuando surgia en mitad de lo vulgar y cotidiano, sólo por eso él dejaba pasar el fantasma de la separación como un mal pensamiento. No valía la pena hurgar en la pantanosidad de su malestar. De repente ella abrió los ojos, y le miró con tanta dulzura que él se sintió avergonzado como un niño. ¿Por qué me miras así? Le dijo con la voz extrañada. Ella se incorporó y le besó en los labios. He soñado contigo, algo muy bueno. Y rió. Con una carcajada insólita y deliciosa. Él no pudo evitar reirse también. De repente recordó porqué seguía a su lado. Sólo ella era capaz de sacarle de sus negras nubes de autocompasión inútil. Sólo ella con toda su calidez podía derretir las telarañas de hielo de su sombrío corazón. - Ahorita mismo me vas a contar que te hacía yo tan rico en tu sueño...Dijo él con la voz quebrada por el deseo. Se fundieron en un abrazo y fueron dos en uno, de nuevo.

ODIO

ODIO

Odio. Odio. Te odio. Pero te amo con el abrazo confuso, con la sonrisa forzada, esperando tu beso envenenado como una última bendición antes de partir rumbo al odio. Porque después del amor viene el odio. Tras la vida viene el odio agazapado y estéril, como un abrazo sin brazos, como un beso sin labios. No se puede pasar de la ebriedad confusa de la felicidad a la nada más absoluta. Necesitamos el abrazo, la soga fatal del amor podrido: el odio. Ese mundano y terrible lazo que nos ata para siempre a la persona una vez amada, y que no pudo ser. El odio es la última esperanza, el último rincón dónde dejar secarse los recuerdos. El odio es la más triste coartada para no reconocer que ya no queda nada.

CIUDAD SIN NOMBRE

CIUDAD SIN NOMBRE

¿Quién eres tú que llegas vestido de negro, alto y silencioso, solemne como un enterrador, con tu larga melena negra y tu cara pintada de blanco?. Sobre tus ojos blancos, de iris tan blanco como los de un pez muerto, una raya de pintura negra. Estás marcado por la oscuridad. ¿Quién eres tú? No te conozco pero ejerces sobre mí un poder que me aterra. Me miras con esos ojos increíbles e imposibles, porque nadie tiene los ojos de un muerto... Si está vivo. Eso parece. Me miras y me coges de la mano y me llevas donde yo no quiero. Dices que has venido a buscarme, que yo no soy de este mundo. ¿Pero te crees que eso va a sorprenderme? No, sé perfectamente que yo no encajo en este mundo de estrés y velocidad terminal. No encajo en mi trabajo como traductora e intérprete de japonés... Yo debería vivir allí y no traducir nada, vivir como me enseñaron mis abuelos... Sin embargo me resigno, y vivo en esta ciudad de mugre que no es la mía. No tienes que venir tú desde lugares innombrables para decirme que no soy de este mundo... ¿Pero a qué mundo te refieres? Me miras con esos ojos blancos, maldito seas, qué quieres...

Abro los ojos, como siempre, como cada mañana en el trabajo me dejo llevar por ensoñaciones fabulosas. Estos personajes que me invento no son más que fruto de mi aburrimiento, de esta soledad brutal que me empapa el alma. Saldré esta noche a tomar el aire, bajo la luz de los neones se ven las cosas de otra manera. Ah, lo que daría por recordar el nombre de aquella aldea japonesa en la que pasé los cuatro primeros años de mi vida. Allí no había luces de neón. Grillos y el silbido del viento entre los juncos del lago. No recuerdo mucho más. La cara arrugada de mis abuelos... Pero, ni siquiera sus nombres. La muerte vino a llevarse mi pasado en sus personas. Sin ellos... Los recuerdo tanto... Un día vino mi madre y me sacó de allí. Supongo que se arrepintió de dejarme con mi padre en aquel lugar perdido del mundo. No, yo no pertenecía a aquella aldea, pero tampoco soy de este mundo. De este mundo... Ya vuelvo con las ensoñaciones, y mi ángel de la muerte, el misterioso personaje que mi mente ha creado, está al acecho cuando bajo los párpados. Ah, que aburrimiento de trabajo... Llega la hora de pisar las aceras de esta ciudad de pesadilla. No la soporto, pero el dinero no me llega, ni las fuerzas para abandonar esta cuna de ratas y soledad. Es como si una cadena inmensa me atara a los cimientos de esta ciudad sin nombre. Y aquí sigo, por los siglos de los siglos, incapaz de planear mi fuga. Aturdida entre el ruido y el quehacer diario. Pero estas últimas noches algo me sucede. Quizás alguien me espere en la oscuridad, lejos de las luces de esta ciudad. Alguien que sabe quién soy...

LA HUÍDA

LA HUÍDA

María vivía en una ruidosa ciudad en compañía de su gato. Trabajaba en una oficina 8 horas al día y se diría que era feliz. O puede que no lo fuera tanto, que su felicidad fuese prefabricada y de cara a la galería como la mayoría de las felicidades de los demás. Sí, quizás María no era tan feliz como todo el mundo pensaba, porque un día sin más desapareció. Se fue sin decir nada a nadie. Dejando al pequeño piso y a su gato muertos de puro asombro. El gato empezó a echarla terriblemente de menos cuando le faltó su plato de comida y comenzó a maullarla como sólo un gato que vive solo con su dueña puede hacerlo. Entonces todos nosotros, los demás, empezamos también a añorarla furiosamente. Añoramos cada una de sus sonrisas, de sus pequeñas palabras amistosas. Echamos de menos sus manos blancas, solícitas y trabajadoras. Hasta su olor se nos fue desdibujando como una traición y la fuimos llorando sin lágrimas, con ese llanto seco que duele por lo secreto. ¿A dónde fue MAría? Nadie lo sabía. Pero dicen que alguien la vió una tarde, sentada en una estación, esperando... Ese "alguien" era yo, que salí a buscarla como un loco, amándola desesperadamente, sin oír en mi cabeza nada más que su suave risa breve. La busqué por toda la ciudad, como quién busca su alma. Yo, su silencioso compañero de trabajo, el que apenas la miraba al pasar, el ocupado, el infeliz que nunca supo abrazar a nadie,ni a ella, María...Ese soy yo, que la vi en la estación, con su pequeña maleta gris, sus ojos secos mirando serenos el andén, los trenes... ¿A dónde vas María? Le dije flojito cuando me senté a su lado. "Me voy lejos. Cuida de mi gato". Y puso en mis manos las frías llaves de su casa. Me rozó apenas con sus blancas manos y sentí que me moría, por no poder gritar, por no poder retenerla a mi lado...¿Por qué te vas? Le susrré sin mirarla. Ella no me contestó enseguida. Dejó que dos minutos se colgarán perezosos del reloj de la estación. "Estoy cansada de mi vida, y soy joven. Tengo ganas de empezar de cero en otra parte. Llevo tres días dando vueltas por esta ciudad ruidosa y sucia, y la ciudad no se ha inmutado con mi presencia, he pasado por ella como un fantasma y como tal me voy. Sin dejar huella..." Yo la escuchaba temblando, sufriendo como una hoja golpeada por el viento, apunto de ser arrancada."María, no te vayas" Dije al fin, con la voz segura, cálida, cercana. "No te vayas...mi amor". MAría me miró con sus enormes ojos tranquilos y sonrió. "Gracias, eres muy amable". Y luego se levantó y sin decir nada más se marchó rumbo a ninguna parte. Lejos ya de mis abrazos,de mi pobre manifestación de amor. ¿Qué podía hacer yo? Quizás, después de todo, no la amaba demasiado...Sólo fue que me faltó algo, que mi rutina se vió quebrada de repente. Sí, puede que yo no amase a María como para retenerla, o puede que sí la amase tanto que no quisiera sujertarla a una vida gris. María se fue dejándome su delicadeza y su valentía como una señal. Volví a mi trabajo, tranquilicé a todo el mundo. María estaba bien, sólo algo cansada y se iba a otra ciudad, para cambiar de aires. Al atardecer llevé algo de comida al pobre gato y me quedé sentado a oscuras en el diminuto salón de su casa. La esperaría, porque María no tardaría en volver. Siempre acababa volviendo...como las estaciones, María volvería. Me dije confiado mientras acariciaba el lomo del agradecido gato.

LOS PÁJAROS

LOS PÁJAROS

Una calurosa mañana de principios de junio, en el humilde barrio de LLefiá, se vivieron unos hechos espeluznantes. Una familia se despertó como cada mañana dispuesta a enfrentarse a sus quehaceres diaros con alegría. El padre se ocupó de las mascotas de la familia, dos amarillentos canarios que daban su trino claro a todas horas. ¡Con cuánto cariño el padre limpió la jaula de los dos pajaritos! Más tarde, la hija mayor fue testigo de algo extraño en el balcón, una sombra difusa de alas oscuras. De repente se acordó de una curiosa acción que el ayuntamiento de su ciudad había llevado a cabo. Debido a la plaga de palomas vulgares que azotaban tejados y monumentos decidieron soltar unos pájaros de pico lárgo que les daban caza sin piedad. La pobre chica se quedó con el corazón encogido mientras escuchaba extraños golpes de alas furiosas y pequeños chillidos desesperados. Cuando salió al balcón ya era demasiado tarde. Uno de los dos canarios ya no podría cantar nunca más: había perdido la cabeza. Del horrible pico-largo no había más que unas cuantas asquerosas plumas negras pegadas a la jaula como una burla cruel. El otro pobre bicho, el canario compañero, estaba en una esquina paralizado de terror, lo que habían visto sus diminutos ojos quizás le quitase las ganas de cantar el resto de su vida.La pregunta surgió en medio de la familia, estando el padre fuera de casa, claro, que el hombre no hubiera soportado tremenda escena ¿quién sería la persona encargada de llevarse el cadáver de la criatura? Nadie de la familia estaba preparado por tremendo shock. La hija mayor llamó a la prima, la Tomasa, esa joven y fuerte mujer de campo que no le haría ascos a semejante tarea. Nadie dijo nada de la horrible muerte al padre, el más apegado a los dos pajarillos. Sólo una mentira piadosa: "-¡El canario se escapó! Voló, fly!", "El pobre tocó con sus alas amarillas el sol...".  Pero la verdad, negra y silenciosa, apelmazaba los corazones de madre e hijas, que nunca más mirarían al cielo confiadas.

Ellas sabían que un enorme pájaro oscuro, con largo pico ensangrentado volaba libre entre las nubes.

HORMIGAS

HORMIGAS

Ellas fueron a la tumba.Todas las hormigas del pueblo, negras y brillantes visitaron su tumba. Las había de todo tipo: unas enormes con cuerpos brillantes, otras pardonegruzacas... Eran tantas que cubrían la lápida con sus cuerpos menudos. Ya no se podía leer la inscripción: " Descanse en paz???". Las hormigas se habían apoderado de su rincón de olvido y no había insecticida posible que lograra hacerlas desaparecer. El vigilante del cementerio se subía por las paredes. No podía explicar aquella invasión de hormigas. Desde el mismo día que la trajeron, ellas lo poblaron todo. Y en especial su tumba. El vigilante hizo sus averiguaciones. La difunta era una mujer solitaria que vivía en lo más alejado del pueblo. En la vieja casa negra, la de la mala fama, con sus ventanas tapiadas. En el periódico local apareció la siguiente esquela: "Nosotras te recordaremos siempre. Fuieste nuestra guía".

Nadie sabía de dónde venían la curiosa plaga de hormigas pero se murmuraba que habían ido al entierro de aquella extraña mujer. Una noche el vigilante escuchó ruidos poco habituales cerca del nicho de la difunta, empezó con un murmullo suave, casi como la nana del viento meciendo las ramas. Pero poco a poco el ruido se volvió más agudo, un grito , un aullido de dolor y desespero. El pobre hombre nunca se había encontrado con nada parecido. Se sintió inquieto, atemorizado. Se armó con una pala y una linterna y salió de su garita para enfrentarse con aquello. Lo que vieron sus ojos no fue nada "rutinario"..."

LA LUZ ES TU CUERPO

LA LUZ ES TU CUERPO

La luz entra por la ventana.
Tu sonrisa; la mañana.
Tus  ojos son el  color
de las esperanzas cumplidas
y el amor.

Dame tus abrazos como ramas ardiendo:
quiero sentir tu cuerpo junto a mi cuerpo.
¡Qué poco me importa el mañana
si yo te tengo!

Que exista allá a lo lejos
(el mañana y su trasiego)
que yo vivo el ahora con todo mi fuego.
Vivo el ahora contigo y pienso
¡Qué importa el mañana si somos eternos!

Las dudas traicioneras que hundían mi pecho
que vengan ahora con todo su riesgo,
que vengan ahora a cortar mi sueño,
que yo las espero, sonriendo...

La mañana entra por la ventana,
afuera el mundo entero;
no me da miedo...
¡Qué importan las dudas
si estás en mi cuerpo!